sábado, 27 de septiembre de 2014

Café desvelado: una de tantas historias...

Soy una chica de veintidós años que estudia en la Universidad de Navarra tercero de Pedagogía, pero siempre he creído que para explicar donde estoy, se debe de mirar al pasado. Aparentemente, no hay nada que descuadre, excepto una cosa, mi edad. Empecé la carrera con dos años de retraso respecto al curso "normal" pero, gracias a ello, llevo un adelanto en "la carrera de la vida". Dicho esto, empezaré a detallar mi historia para explicar mi estado actual.

Desde los tres años en el colegio, académicamente siempre fui una estudiante del montón, no destacaba por nada, los profesores solo decían que tenía que estudiar un poco más para obtener unos resultados mejores y así poder destacar en algo. Pero lo que me encantaba era ayudar a los demás y por eso me hice voluntaria de una ONG, en donde me sentía como "pez en el agua". Pero eso me pasó factura y en primero de Bachiller dejé algunas (en concreto cuatro) asignaturas para septiembre.


Al hablar con la profesora para pedirle consejo, está me animó exhaustivamente a realizar una formación profesional de grado medio, ya que, "se ajustaba a mis capacidades". Y que, si quería seguir formándome, con mucho esfuerzo y sacrificio podría sacarme el curso puente e intentar cursar una formación profesional de grado superior (aunque me dio a entender que aquello casi iba a ser un milagro). Daba por supuesto que una carrera universitaria que escapaba de mis capacidades, era un reto imposible de alcanzar, una odisea. Aquello me dejo atónita. Pero si algo me habían enseñado mis padres y ese mismo colegio era esfuerzo y perseverancia. Por lo que le dije en la misma conversación que repetiría primero, ya que era la base de segundo, importante para selectividad. Que lo intentaría, aunque empezaba a creerme que no tenía capacidad de hacer bachiller. Cuando lo intentaría, aunque empezaba a creerme que  no tenía capacidad para hacer bachiller. Cuando repetí primero no hubo ningún problema, hasta que llegue a segundo. Todo parecía imposible y no hacía nada bien, siempre recibía puntuaciones más bajas que el resto de mis compañeros por fallos que ellos decían y nunca demostraban. Me creía profundamente que aquella profesora tenía razón, no tenía capacidad para estudiar, no era inteligente, y ponía esfuerzo y sacrificio sin obtener resultados. Tenía razón, no llegaría nunca a la universidad ni a terminar bachiller.


Pero un día pensé que aquello no era así que yo era capaz, pero no estaba en el sitio adecuado, por lo que decidí aprobar una asignatura de segundo de bachiller y matricularme en un instituto para adultos. Era mayor de edad, podía decidir y elegí la alegría. En el colegio me habían "anestesiado de la vida" y poco a poco me estaban destruyendo. Mi madre accedió a darme un voto de confianza, aunque lo iba a hacer de todos modos, y en el colegio me "torcieron el morro" porque eso suponía papeleo extra. Gracias a ese cambio volví a mi ser y conseguí llegar a la universidad.
Esta lección me sirvió para conocerme mejor y ser consciente de que puedo alcanzar todo aquello que me proponga. También de que hay que tener valor para las grandes decisiones y confiar en uno mismo y que el poder formarse es un placer, es alimentar la mente y el alma. Por lo que ir a clase o hacer las tareas debe de ser un deleite intelectual.

Quizás algunos opinan que esta historia es una injusticia, que no es la mejor manera de aprender. Pero esta es mi historia y gracias a ello estoy aquí.

1 comentario:

  1. No pretendo dar un ejemplo de superación, pretendo recordar el efecto que tenemos sobre los que están a nuestro al rededor y en especial a los profesores que juegan con las ilusiones de niños y no tan niños.

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